viernes, 18 de enero de 2013


MUERTE A LOS SINDICATOS (Iñaki Gabilondo)

  
> MUERTE A LOS SINDICATOS
> Nueva moda. Rajar de los sindicalistas. Algo fácil y barato, por
> cierto. Lo llevan en la solapa ciertos políticos, lanzando mensajes
> subliminales sobre su actual falta de utilidad para los trabajadores,
> politización, corrupción, derroche económico. Resulta curioso: Los
> mismos que alientan al escarnio público, suelen lanzar piedras
> cargadas por sus propias mezquindades.
> Además, la destrucción del sindicalismo hace mucho más fácil la labor
> de los gobernantes, sin movilizaciones ni huelgas, especialmente la de
> quienes dirigen tras la cortina. Qué bien estaríamos si no existieran
> los sindicatos, piensan algunos.
> El problema es que esa frase por la que suspiran los gobernantes "Qué
> bien estaríamos sin sindicatos" empieza a calar entre la gente de a
> pie, con un discurso cargado de improperios, gritos, oportunismo, mala
> leche y, sobre todo, un enorme vacío de argumentos que se resume en:
> "Para lo que hacen, mejor que no hagan nada", "Por mi los echaba a
> todos y los ponía a trabajar", "Están vendidos, no se mueven, no están
> con los trabajadores". Luego terminan reservándote para el final el
> placer de oír la raída historia de: "Conozco a uno que está de
> liberado sindical.".
> Confesar ser liberado sindical, en estos tiempos que corren, es un
> auténtico pecado capital. Mejor inventar cualquier otra cosa antes de
> que te descubran. Te pueden acechar en cualquier esquina, a cualquier
> hora: sacando dinero, haciendo la compra, recogiendo a tus hijos en el
> colegio. Cualquier lugar y excusa es buena, para utilizar como insulto
> la palabra "sindicalista".
> Se puede ser banquero chupasangre, se puede ser político en cualquiera
> de sus muchos cargos (concejal, alcalde, o delegado provincial.) y
> trincar todo lo que se quiera, aceptar sobornos y trajes, realizar
> chantajes, revender terrenos públicos, recortarle el sueldo a los
> trabajadores o directamente despedirlos sin indemnización. Se puede,
> incluso, aumentar el recibo de la luz a los pensionistas hasta
> asfixiarlos, o salir en fotos besando niños y ancianos mientras los
> colegios y asilos se caen a trozos, cobrar dos o tres sueldos en tres
> cargos diferentes, declarar a hacienda que se está arruinado mientras
> se cobra de mil chanchullos distintos, para que su hijo obtenga la
> beca que le permita comprarse una moto a costa del Estado.
> En este maldito país se puede ser lo que se quiera, pero no sindicalista.
> Nadie se acuerda ya de la última huelga, aquella en que nadie de la
> empresa fue, excepto los dos afiliados que perdieron el sueldo de
> aquel día, para que luego se firmara un acuerdo que les subió el
> sueldo a todos. Incluso a aquellos que escupieron sobre la huelga.
> O de Luís, ese hombre que estuvo 30 años cotizando, y que gracias a la
> pre-jubilación que se consiguió en su momento, puede ahora, con 60
> años y despedido de su puesto, tirar para adelante sin necesidad de
> buscar un trabajo que nadie le ofrecería.
> Recuerden también a Marta, la chica de 23 años que estuvo aguantando
> un jefe miserable con aliento a coñac, que le obligaba a hacer más
> horas extras para tener un momento de intimidad donde poder acosarla
> mientras le recordaba cuándo le vencía el contrato. Hasta que su mejor
> amiga la llevó al sindicato y, gracias a una liberada sindical, ahora
> el tipo ha tenido que indemnizarla hasta por respirar.
> Son muchos los que les deben algo a los sindicatos, y a los
> sindicalistas: El maestro que pudo denunciar al padre que le pegó en
> la puerta del colegio, los trabajadores que consiguieron que no les
> echaran de la RENAULT, la chica que pudo exigir el cumplimiento de su
> baja por maternidad en su supermercado.Porque también fue una liberada
> sindical la que se puso al teléfono el día en que despidieron a Julia,
> la chica de la tienda de fotos, y le ayudó a ser indemnizada como
> estipulan los convenios; y aquel otro joven que movió cielo y tierra
> para arreglarle los papeles al abuelo para procurarle una paga
> medio-decente, porque los usureros de hace 30 años no lo aseguraban en
> ningún trabajo. Para qué recordar las horas al teléfono escuchando con
> paciencia a cientos de opositores a los que no aprobaron, gritando e
> insultado porque en el examen no les contaron 2 décimas en la pregunta
> 4. O el otro compañero sindicalista, el que denunció a la constructora
> que se negaba a indemnizar a la viuda de su amigo Manuel, que
> trabajaba sin casco.
> Ya nadie se acuerda de dónde salieron sus vacaciones, los aumentos de
> sueldo que se fueron consensuando, el derecho a una indemnización por
> despido, a una baja por enfermedad, o a un permiso por asuntos
> propios.
> Esta sociedad del consumo, prefiere tirar un saco de manzanas porque
> una o dos están picadas, por muy sanas que estén el resto. Los
> precedentes televisivos: entrenadores de fútbol, famosos de la
> exclusiva en revistas, y demás subproductos, se convierten en clinex
> de usar y tirar dependiendo de las modas. Ahora, en un momento en que
> los trabajadores deben estar más juntos, arropados y combatientes
> contra quienes realmente les explotan, aparecen grietas prefabricadas
> en los despachos de los altos ejecutivos, ávidos de hincar más el
> diente en el rendimiento de la clase trabajadora.
> ¿Quién tirará la primera piedra?. ¿Serán los políticos gobernantes, o
> los banqueros quienes hablarán de dejadez o vagancia?. ¿Tendrán
> capacidad moral los jueces o los periodistas, de hablar de corrupción
> en las demás profesiones?. ¿Serán más idóneos para iniciar
> lapidaciones, los super-empresarios del ladrillo?. ¿En qué profesión
> se puede jurar que no existen vagos, corruptos, peseteros, o
> ladrones?. ¿Preguntamos mejor entre la Iglesia o la Monarquía.?.
> Pero qué fácil resulta rajar en este país. Siembra la duda, y
> obtendrás fanatismo barato.
> Qué bien asfaltado les estamos dejando el camino a quienes realmente
> nos explotan cada día. ¡Acabemos con los sindicatos!. Sí. Dejemos que
> la patronal y los bancos regulen los horarios, las pensiones, los
> sueldos, las condiciones laborales y los costes del despido. Verán
> cómo nos va a ir con la reforma del mercado laboral, cuando los
> sindicatos dejen de existir y no puedan convocarse huelgas ni
> manifestaciones.
> Verán qué contentos se pondrán algunos cuando sepan que ya no estarán
> obligados a pagar las flores de los centenares de trabajadores que
> mueren todos los años, a costa de sus mezquindades.
> Iñaki Gabilondo.

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